Sarrios del Pirineo en familia

Lo bueno se hizo esperar

Es la segunda vez que Flo venía a cazar sarrios a España. La primera vez fue en la primavera pasada y lo hizo acompañado por un grupo de amigos. La cacería fue un éxito. Antes de eso, en diciembre del 2021, Flo había planeado venir, pero las fuertes nevadas nos impidieron cazar y hubo que posponer la cacería. Casi un año más tarde, por fin íbamos a poder cazar juntos de nuevo, pero esta vez, Flo había hecho la promesa en casa de traerse con él a su mujer Christielle y su hija Mathilde, de siete años.

Al mal tiempo, buena cara

Con la experiencia de haber tenido que posponer la cacería el año anterior como consecuencia del mal tiempo, nuestra máxima preocupación era el cielo. Sabiendo además que Christielle y Mathilde subirían también a cazar, rezábamos para que hiciera bueno. Confiábamos en que así fuera y lo cierto es que, hasta pocos días antes, el tiempo había sido perfecto, pero sobre el papel, la previsión no era buena.

El hombre del tiempo no se equivocó -rara vez lo hace- y el día amaneció totalmente cubierto de nubes amenazando agua. Parecía difícil poder librarnos de la lluvia aquel día, sin embargo, estaba yo mucho más preocupado por Christielle y Mathilde de lo que aparentaban estarlo ellas. Quizá se me olvidaba que Flo y su familia viven en los Alpes y que están totalmente acostumbrados a las inclemencias del tiempo. El agua y el viento, con rachas que nos tiraban al suelo ese día -literalmente- no fueron suficientes para borrarle la sonrisa a Mathilde.

Una ventana de sol y los primeros sarrios a la vista

Desde que dejamos el coche y comenzamos el ascenso, tardamos unas dos horas en ver los primeros sarrios. No se veían tantos como en otras ocasiones, probablemente como consecuencia del fuerte viento, lo que nos obligo a seguir explorando otros cazaderos. En un momento dado, se abrió el cielo, dando paso a los únicos rayos de sol que veríamos en todo el día. Y fue precisamente en ese momento cuando, de la nada, empezaron a salir sarrios de debajo de las piedras.

La prioridad de Flo era buscar un ejemplar adulto que tuviera los colores típicos del sarrio muy marcados, sin importarle en exceso la calidad del trofeo. A base de buscar, localizamos una serie de sarrios que reunían lo que veníamos buscando. En esa época del año, con el abrigo de invierno, el pelo presenta unos contrastes espectaculares. Localizado el sarrio que queríamos, nos pusimos en marcha.

Una entrada épica

Localizamos el sarrio junto a otro de menor tamaño en una risquera por encima de nosotros. La distancia era de 759 metros y para poder ponernos a distancia de tiro, el terreno nos obligaba a cruzar dos canales. El único acceso posible, implicaba tener que perder algo de altura para poder afrontar el ascenso final hasta unas rocas que nos pondrían sobre los 240 – 250 metros de distancia de los sarrios. Con paciencia, fuimos acortando la distancia poco a poco. Mathilde seguía de cerca los pasos de su padre sin despegarse ni un metro y pese a tener que pasar por algún sitio complicado, saltaba de piedra en piedra como un sarrio más.

Al pasar la segunda canal, observamos que “nuestro” sarrio se había echado y que su compañero comía tranquilamente a su lado sin percatarse de nuestra presencia. Tapados por las ondulaciones del terreno y por unas rocas, avanzamos hasta ponernos en posición. El cielo se había cerrado de nuevo y el viento soplaba con tantísima fuerza que hacía muy complicado buscar un apoyo estable para el rifle. Tanto es así que Flo sugirió acercarse todavía unos metros para acortar la distancia y buscar un mejor apoyo.

Minutos que duraron horas

A 220 metros y en posición, el sarrio nos hizo esperar más de 15 minutos. No mostraba ninguna intención de levantarse y el frío hacía que Flo fuera perdiendo la sensibilidad en las manos. Fue eso lo que llevó a Kiko - otro de los guías de caza- a dejarse ver para empujar el sarrio a levantarse. Atento por el catalejo, pude ver inmediatamente al sarrio fijar la vista en fijo Kiko. Sus movimientos bruscos le pusieron en alerta y pasados unos segundos, el sarrio se levantó. Fue ese preciso instante el que aprovechó Flo para poner fin a otra cacería fantástica en los Pirineos.

Con el sarrio ya en el suelo y tras romperse uno de los cuernos al precipitarse por un barranco -cuerno que fuimos capaces de encontrar- fue el momento de hacerle todos los honores a nuestro sarrio y de celebrar en familia el éxito de la cacería. Con más de 1.000 metros de desnivel y 18 kilómetros andados en el día -algo no tan habitual- lo primero que hizo Mathilde al llegar al coche fue quedarse frita y seguir soñando con sarrios.

Una caza de montaña apta para todos

De entre todas las cacerías de montaña que se pueden hacer en Europa, la de sarrios en los Pirineos, puede llegar a ser una de las más exigentes, por lo que cabe duda de que es importante estar en una buena condición física para disfrutarla al máximo.

No obstante, lo que queremos transmitir a través de este post es que la amplísima variedad de territorios de caza a los que tenemos acceso desde Camino Real Hunting Consultants, nos permite adaptar casi cualquier cacería a los gustos, preferencias y condición física de nuestros cazadores, haciendo de los Pirineos un territorio ideal para disfrutar de su caza también en familia.

Un abrazo y buena caza.

Álvaro Mazón (Jr).

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